En el colegio de mis hijos los lunes siempre inician la mañana con una tarea de contar primero oral y luego escrito, lo que han hecho el fin de semana. No importa cómo lo escriban. Cuando iniciaron esta tarea estaban empezando la lectoescritura y ya lo hacía, con todos sus errores (perfectos errores para el proceso en el que se encontraban). Lo importante era empezar a plasmar ideas, no solo palabras dirigidas por el profesor. Recuerdo que mi hijo se sentía orgulloso de sus palabras con grafía ilegible y sin sentido alguno, pero orgulloso por ser capaz de escribir, sintiendo que lo hacía bien (qué importante es eso, la confianza en si mismo). El escrito va siempre apoyado de una imagen, en un rectángulo en la parte superior que hace, en ocasiones, más comprensible el texto.
Ahora ya son capaces de contar muchas más cosas, sus escritos ya son más inteligibles, aunque con números errores aún, qué mas da. Lo importante es el placer que aún sienten al realizar la tarea.
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