Cuento tradicional de Ghana.
Los nuevos ídolos –cantantes, modelos, actores, deportistas– son imitados por sus fans en todo. ¿Habremos perdido la cabeza?
En una aldea vivía un hombre al que le gustaba imitar a los demás. Pasaba el día copiando voces, gestos, miradas… Todo el mundo se reía de él y le acusaban de no tener personalidad. El hombre se marchó en busca de algo sorprendente.Y lo encontró en un bosque en el que a unas extrañas criaturas se les separaba la cabeza del cuerpo al decir «testa»… y les volvía a su sitio al decir «pongo». El hombre, que observaba escondido tan mágico suceso, pensó en lo famoso que se haría, y volvió a su aldea. Reunió a todos y, en medio de un silencio sepulcral, se separó la cabeza del cuerpo y se la puso a los pies. «¡Oooooh!», gritaron boquiabiertos, sin salir de su asombro. El imitador permaneció varios días sin cabeza y sus vecinos tuvieron que disculparse para atender sus tareas cotidianas.
Así es que el imitador no tuvo más remedio que pronunciar las palabras mágicas para que la cabeza volviera a su sitio. «Pinga», dijo con certeza, pero nada se movió. «Pungo», «pengo», «panga»… ¡Nada de nada! «Polgo, palgo, pulgo…». ¡Tampoco! Había olvidado la palabra mágica y se pasó toda la vida intentando recordarla sin obtener resultados.
Si copiamos a los demás, corremos el riesgo de olvidar quiénes somos, y puede ser peligroso para nuestra salud mental.
Publicado bajo licencia CC por el periódico .20 minutos.
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